Responsabilidades de un arquitecto en un mundo globalizado
La arquitectura contemporánea está experimentando un cambio radical. Considerando el aumento constante de los flujos de migración en el mundo, las consecuencias cada vez más evidentes del cambio climático, los nuevos conflictos bélicos y el crecimiento explosivo de las mega ciudades, hoy la arquitectura se ve obligada a justificarse: ¿Es una disciplina cuyas obras están destinadas tan sólo a una pequeña élite, o bien es una disciplina capaz de colaborar en la solución de los problemas que afectan a la sociedad global en su conjunto? Una nueva generación de arquitectos ha comprendido este reto como una oportunidad y ahora pugna por redefinir su espectro de tareas, siendo una de sus metas demostrar, de un modo nuevo, la relevancia social de su disciplina. Para lograrlo, estos arquitectos suelen tomar ellos mismos la iniciativa con intervenciones y acciones ejemplares, y aprovechan su conocimiento en las cuestiones globales para aplicarlo a nivel local de modo experimental. La meta final no es la forma figurativa de un edificio, diseñado sobre todo para aparecer en los medios de comunicación, sino el proceso social que incluye cada vez más a los futuros usuarios. Así, la arquitectura vuelve a situarse en el contexto de la responsabilidad social y el papel del arquitecto se transforma y pasa de planificador especializado, a ser un catalizador que trabaja con redes y equipos muy ramificados. Su objetivo es, pues, volver a reunir los conceptos de ética y estética en ejemplos prácticos y hacer públicamente visible la dimensión social de la arquitectura.
Así, la arquitectura vuelve a situarse en el contexto de la responsabilidad social y el papel del arquitecto se transforma y pasa de planificador especializado, a ser un catalizador que trabaja con redes y equipos muy ramificados.