Andrés Jaque

Requetehaciendo la arquitectura

Ni Europa, ni Alemania o España, ni siquiera la arquitectura son ya lo que pensábamos que eran. En las últimas dos décadas las instituciones que han construido Europa han experimentado un acelerado proceso de transformación. El papel de Europa ha cambiado en un mundo en el que las culturas, las circulaciones, los conflictos, los recursos y las economías, hace tiempo que sobrepasaron los límites continentales. La preponderancia de las naciones como espacios de gobierno, en un momento en el que el bienestar, la justicia, los rendimientos económicos y la fiscalidad, se administran en desplazamientos trasnacionales, se ha diluido. La arquitectura como disciplina está inmersa en un intenso debate en el que sus historias y sus políticas están siendo escrutadas y disputadas por diferentes fuerzas sociales. Incluso los dispositivos arquitectónicos han cambiado; con el avance en la decodificación de los procesos de interacción, con la implementación de culturas de la seguridad, de la trazabilidad de responsabilidades y de la calidad, o con las discusiones sobre recortes, privatizaciones, desigualdad y espacio público, los artefactos y acciones arquitectónicos han evolucionado. Han pasado de ser infraestructuras estables resultantes de un diseño, a ser entendidos como entornos evolutivos, dependientes de la gestión que de ellos hacen las comunidades que los sostienen. Pero no solo eso, desde hace un tiempo también son otros los receptores de la arquitectura. Las necesidades de la diversidad biológica general, de los paisajes, de las culturas y de las generaciones futuras y pasadas, empiezan a ser los beneficiarios de muchas arquitecturas. Y al mismo tiempo, vemos cómo la ciudad y el territorio son transformados de manera radical para alojar habitantes financieros, como fondos de inversión o modelos de financiación, que han hecho surgir tipologías arquitectónicas propias, han producido migraciones y han estratificado las estructuras sociales del mundo.

Las prácticas arquitectónicas están en el centro de todos estos cambios. En unos casos los consolidan, en otros los cuestionan e incluso los bloquean. Pero, sin duda, podemos decir que una parte importante de la arquitectura ha encontrado en las diferentes crisis recientes del mundo –la financiera, la ecosistémica, la de la representatividad política de las instituciones políticas, la del estado nación, la de la estabilidad del objeto- una oportunidad para la experimentación. Son experimentaciones diversas, en muchos casos centradas en la tecnología, como por ejemplo los trabajos que exploran las posibilidades de conectar los mundos on y offline en dinámicas de interacción colectiva. O en otros casos, en la innovación social, desarrollando, por ejemplo, proyectos que pretenden empoderar a tejidos comunitarios existentes. En otros compensan los efectos del cambio climático, la reducción de la biodiversidad o la acumulación de residuos tóxicos. Pero sí tienen algo en común: en ningún caso son prácticas consensuadas. La arquitectura es, en estos momentos, una arena en la que, por ejemplo, los proyectos de extensión contingente de lo público, confrontan con arquitecturas de la exclusividad y de la estratificación social, y también con arquitecturas de los comunes. La misma arena en la que proyectos eco-sensibles polemizan con proyectos basados en una despreocupada movilización de recursos, y también con otros en los que lo “sostenible” es la coartada para que arquitecturas-de-consumo-masivo-de-recursos sean narradas como eco-sensibles. Lo mismo ocurre con las inteligencias colectivas y las tecnologías de código abierto, conviven en conflicto, por ejemplo, con sistemas cerrados, retóricas de la genialidad personal y nuevas tradiciones de branding exclusivo.

Architectus Omnibus extiende esta mirada al vivaz tejido de la arquitectura que se hace en Alemania y España o en asociación con Alemania y España. Un tejido que es en sí difícil de recortar. Los programas de intercambio como Erasmus o Leonardo, las economías de la zona euro, el abaratamiento del transporte internacional, la transparencia informativa que han traído las redes digitales o el hecho de estar afectados por políticas y marcos normativos comunes, han traído promiscuidad a la experiencia cotidiana de las fronteras nacionales entre Alemania y España. Por otro lado, el ámbito de actuación de los arquitectos en estos momentos se ha extendido, y no es en absoluto excepcional que los arquitectos trabajen con realidades alejadas de sus lugares de residencia principal, o incluso que no exista un lugar de residencia principal.

Architectus Omnibus puede llegar a ser una sección de estas arenas. No será la única sección posible, pero sí una en la que los desafíos y las posibilidades de la arquitectura se discuten y ensayen.

Sin duda, podemos decir que una parte importante de la arquitectura ha encontrado en las diferentes crisis recientes del mundo –la financiera, la ecosistémica, la de la representatividad política de las instituciones política, la del estado nación, la de la estabilidad del objeto- una oportunidad para la experimentación.